Thursday, August 8, 2013

Un poeta bajo los idus de marzo









Por Miriam Ventura

Westchester NY.-“Son puertos mayores las luces que diviso”, porque el poeta se identificó con el humo y las latas vacías de los transeúntes que, al igual que él, por destino o por azar pernoctaron en el Puerto de Nueva York, la ciudad sin lagos. El escritor Carlos Rodríguez, apoyado en su vasta imaginación y esencia de poeta urbano, le otorga el título de Puerto gaseoso, un libro exquisito que permaneció inédito por muchos años, y que hoy a casi diez años del fallecimiento del poeta lo publica la Editora Nacional RD.
Desde ese su Puerto gaseoso Carlos Rodríguez supo interpretar los equilibrios y desequilibrios de los viajeros, transeúntes de New York con una originalidad tan emblemática como él y su realidad. Como admiradora del poeta qué más quisiera que felicitar a la Editora Nacional por publicar al poeta dominicano de NY más anónimo de las últimas tres décadas; sin embargo Carlos Rodríguez, un quisquilloso con el texto, con la obra, no me lo perdonaría. La Editora Nacional del Ministerio de Cultura de RD le cambió el título a la obra convirtiéndolo en un libro antítesis de sí mismo. La obra presentada en el Comisionado de Cultura se titula Lago gaseoso, nada que ver. Lo que sí concibió Carlos Rodríguez fue Lago de la erótica, también incluido como parte de la especie de antología que abarca tres libros inéditos del poeta.
La obra de carácter post mortem se publica justamente para la fecha en que se cumple un aniversario más de su partida el 9 de marzo de 2001, tres días después de un inolvidable recital en el marco de la celebración de la Gran Semana Cultural organizada por Teatro Estudio Internacional y la organización cultural que se llamó Bohemia Arte Vivo. Callarme la torpeza del cambio de título no me lo perdonaría ni el poeta, ni la Estatua de la Libertad de ese puerto neoyorquino que coquetea con los viajeros, ni los tantos borrachos cuerdos del Bowery... Tampoco el que a 48 horas de la presentación se me llamara para presentar una obra que aún no llegaba a mis manos en formato de libro, tampoco la francachela de seguir “reinaugurando” y “reaperturando” la biblioteca que lleva el nombre del poeta todo con fines politiqueros y de show igualmente político.
No y no. Debo hablar; me asiste ese derecho. La Biblioteca Carlos Rodríguez no se funda en 2001, como rezan las notas de prensa emitidas a los medios por el Comisionado. Todo en una alucinante pérdida de visión o de desinformación (prefiero pensarlo así por el momento). No nació como un pequeño proyecto con 300 libros. Siempre fue concebida como algo grande para homenajear a un poeta que lo merecía.
En la fundación de la misma participaron, además de los miembros del Consejo Consultivo que operaba en la otrora Casa de la Cultura Dominicana, el escritor Juan Torres, quien me siguió los pasos en la idea inicial que, junto a un grupo selecto de escritores, actores, dramaturgos y artistas, elevamos al entonces ministro de Cultura Tony Raful para convertir la Casa de la Cultura y todos los fantasmas del desasosiego, trifulcas y desentonos culturales en que llegó a convertirse, en Carlos Rodríguez Center for the Arts. Pero no se pudo y nos transamos con la biblioteca, para lo cual Raful y el ex presidente Hipólito Mejía ofrecieron todo su apoyo.
Es decir, para los que llevan cálculos, la Biblioteca Carlos Rodríguez se crea durante el gobierno del presidente Hipólito Mejía, 2003. A nuestro proyecto escrito, argumentado y presentado a Raful, se sumaron con su apoyo irrestricto Roy Arias (última persona que presentó a Carlos Rodríguez en el recital mencionado y que arrancó desde los teatros del down town hasta concluir en el 260 de Audubon en el Alto Manhattan), Waddys Jáquez, Manuel Herrera, Ricardo Ureña, la actriz Mariluz Acosta, el poeta Rafael Hilario Medina y el pintor Hochi Asiático.
El encargado de Literatura de la Casa de la Cultura de entonces, Miguel Aníbal Perdomo, quien aún sigue en el cargo hoy en el Comisionado, también prestó su valiosa colaboración, como también lo hicieron las promotoras culturales Lucila Rutinel y Millelle Palmansar. Todos salimos en campaña a recaudar libros para la biblioteca. Y se inaugura con la presencia del entonces secretario de Cultura y miembros de la embajada dominicana en Washington, la familia del poeta y un selecto grupo de escritores. A la Biblioteca Carlos Rodríguez se sumaron los pintores José Checo y Rigo Peralta, quienes coordinaron el espacio físico que debía tener.
Porque Gutiérrez no la recibe dentro de las oficinas de administración, la recibe con unos paneles y cubículos construidos por estos artistas plásticos, por supuesto todo en ciernes al momento. De nuevo para los que llevan anotaciones, el Consejo Consultivo operó sólo seis meses, luego de un breve periodo se produjo el cambio de gestión. Leonel Fernández había ganado las elecciones. Gutiérrez le continuó dando calor a la Biblioteca Carlos Rodríguez y aumentó los volúmenes de libros, concluyó el proceso de registración de los mismos y asignó a una persona para tales fines.
Ausentes en su original y auténtica inauguración: los sectores en disgusto y que decretaron boicot a las actividades de la Casa y del Consejo por rencores con las designaciones de Raful en la entidad. No estuvo ni visitó la Casa de la Cultura nunca Franklin Gutiérrez, quien en ese momento había sido uno de los candidatos o aspirantes, al igual que Marino Mejía y otros, a dirigir la Casa de la Cultura, cuya designación recayó en Miguel Farías, y en quien firma este artículo como coordinadora del Consejo Consultivo, el cual fue disuelto por el ministro de Cultura José Rafael Lantigua inmediatamente al entrar en función el gobierno del presidente Leonel Fernández.
No me callo porque la comunidad tiene derecho a conocer la versión de la historia en la voz de sus protagonistas, además de la versión de los continuadores. La comunidad debe saber que quien aquí firma le entregó a Franklin Gutiérrez CDs, audios, videos, fotos, documentos de las reuniones del Consejo y de cómo surge la Biblioteca Carlos Rodríguez y del pliegue de eventos e iniciativas de ese Consejo. El hecho de que Luis Álvarez, a quien sustituye Carlos Sánchez, nunca se haya ocupado de comunicarse conmigo como parte del colectivo gestor de esa biblioteca, el hecho de que el comisionado Sánchez alegue una y otra vez, jure y perjure que jamás ha visto nada de esa documentación, y el hecho de que Franklin Gutiérrez afirme consistentemente que “allá está todo lo que tú me entregaste, si no lo han visto es porque no quieren”, son situaciones de las cuales quedo exenta. Pues la que sí tiene copia de todo lo que entregó, y un documento firmado como acuse de recibo por Gutiérrez cuando se convierte en comisionado, soy yo. E, incluso, la administración del señor Rafael Mendoza pudo organizar un poetic club con videos propiedad de Bohemia Arte Vivo, organización que auspició la lectura del poeta Rodríguez con fondos de la Nysca y del Bronx Council on the Artículos, copia de los cuales proporcioné sin ser empleada de allí y lejos de saber que un nombramiento llegaría a mí dos años después. Estos videos están en mi canal de YouTube, donde intento rendirle a diario honores al poeta Carlos Rodríguez. Quede claro aquí que la Biblioteca Carlos Rodríguez ha sido tan adecuada que los comisionados del gobierno de Leonel Fernández la reinauguran casi todos los años, rentabilidad política parece que tiene puesto que —por suerte— no le han puesto un “Se vende”, como al parecer ocurrió con otros proyectos e iniciativas de aquel consejo.
Aclarados estos puntos continúo con el “quille” del “Lago gaseoso”, que debió ser Puerto gaseoso.Cuando un poeta muere, en algunos países, para que los gobiernos y el concepto público se cumpla, se necesita una cantidad determinada de años. En el caso de Chile, 70 años, y después de esta fecha se considera una obra de carácter público y el Estado puede tener control de la misma. ¿Qué establecen en estos casos las legislaciones dominicanas sobre una obra post mortem? El Ministerio de Cultura no nos da el suficiente poder, aquél que otorga el estar debidamente informado.
En algunos países son 25, y en otros hasta 50. Se me dirá que la viuda y la familia del poeta otorgaron los derechos al Estado dominicano al entregarle los manuscritos; bien, pero eso no significa que se le cede todo en absoluto. Falta verificar qué fue lo que la familia de Carlos Rodríguez le autorizó al gobierno dominicano, qué comprometió con esta edición que para variar le cambió el título, tomándose libertades alarmantes en una editora estatal.
Le decía a alguien en estos días que todo en la isla luce tan cuadrado que hasta haciendo las cosas bien el Ministerio de Cultura se equivoca, pues como que está fuerte esa práctica editorial que va desde cambiarle el título a una obra hasta dejar la edición arrinconada en los almacenes de la Secretaría de Cultura. No hay un sistema de distribución que indique procedencia, marketing o promoción de la obra. Nadie sabe dónde comprar las ediciones que publican.
Por otro lado, aunque no pude estar presente en la presentación del libro y lo que el Comisionado llama “reapertura” —lo hice saber con tiempo a los organizadores, al ser contactada por la familia de Carlos Rodríguez para este nuevo aniversario, con mucha antelación—, me satisfizo sobremanera que el comisionado Sánchez tomara en cuenta mis sugerencias y recomendaciones para facilitar una agenda de reuniones donde no se fuera a perder el tiempo con diletantismos.
Algunas de mis sugerencias, enviadas por escrito al comisionado con copias a la familia y esposa del poeta, al director de la Editora Nacional, poeta León Félix Batista, y también a Franklin Gutiérrez, consistían en dedicar todo el mes de marzo al poeta, e imprimir unos separadores de libros con la imagen suya o un poema o la portada de algunos de sus libros para ser distribuidos gratuitamente en las bibliotecas del Alto Manhattan y en las existentes en el vecindario del poeta.
Que se dedique el Concurso de Ultramar en el género de poesía de este año a Carlos Rodríguez Ortiz. Y se denomine a partir de ahora Concurso Carlos Rodríguez, desplazando el término Ultramar. Que las secciones de literatura de la casa adquieran el nombre del poeta. Que durante el mes de marzo todo cuanto salga impreso del Comisionado lleve como encabezado algún fragmento de la obra de Carlos Rodríguez Ortiz. Propuestas que espero el comisionado las haya anunciado en el acto de presentación de Puerto gaseoso y con el crédito de lugar. También espero que en su intervención haya echado mano de una buena justificación para avalar este trato editorial y aniversario a un gran poeta nuestro... Y los conocedores de la arqueología comunitaria y cultural que creyeron que me verían en el acto ahora tienen una idea de por qué no esta vez. No me vieron los que me esperaban, porque contrario a César soy supersticiosa y me cuido de los idus de marzo.


http://www.letralia.com/256/articulo08.htm

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